
La piel se le erizaba y el corazón le palpitaba rápidamente con solo estar a menos de cinco centímetros de su lado, no podía explicar lo que sentía al enredar sus manos en aquella melena rubia, que aunque el insistió varias veces nunca cortó ni un milímetro.
En la calle hacia bastante frió, el viento soplaba como si le fuese la vida en ello, pero a el no le importó lo mas mínimo y poco a poco la fue desnudando hasta dejarla totalmente desnuda, desprotegida ante sus manos y sus labios.
Empezó a besarla, de arriba a abajo, rastreando cada milímetro de su cuerpo, sin dejarse ni una sola parte.
Sentía como con cada segundo que pasaba ella empezaba a sentir lo mismo, y con cada caricia en la espalda, o con cada beso en un lugar inesperado del cuerpo este se estremecía y pedía un poquito más.
No sabían si en ese pequeño cuarto seguían siendo dos o empezaron a ser uno en el momento en el que tumbados en la cama ella decidió dormirse y el acurrucado a su lado decidió guardar sus sueños.
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